Un noviazgo no es un mero enamoramiento, un juego, ni un sentimiento. Un noviazgo es una prueba de amor, de libertad, de negación, de entrega, de lucha, de voluntad. Es una decisión. Y resulta que cuando uno dice sí, un sí de valientes, debe ser consciente de lo que elige, y por qué lo hace, no dando la sensación que escoge renunciando a algo, sino que opta eligiendo lo mejor, por la mejor.
Las matemáticas se aprenden en clase antes de un examen, el noviazgo no tiene entrenamientos, requiere fortaleza y templanza, requiere ejercitar todos los días esos valores que te harán feliz en el mismo terreno de juego.
La vida es una constante lucha entre lo que uno debe y lo que uno quiere. Siempre habrán momentos difíciles, ganas de cambiar las cartas, nada es como en las películas, las tentaciones vendrán, los miedos, lo errores aparecerán y no pasa nada. ¡Cuida, cuida mucho, quiérela!
Si por diferentes motivos hay que dejar de conocerse en tu noviazgo, hazlo, pero sin rencor, con el mismo amor que llegaste toca irse. Y lo más difícil: se agradecido aunque ya no sea tu destino.
Siempre sabemos lo que queremos pero, ¿elegir una opción distinta por deber nos hace menos libres, o por el contrario nos humaniza más? ¿Quién es más libre aquel que mira la libertad de frente y elige libremente o el que está atado a vicios y pasiones que no sabe controlar? ¿Por qué tanto miedo al compromiso? ¿Por qué siempre se dejan ventanas medio abiertas por si acaso? ¿Ese es el amor egoista y egocentrista que queremos?
Y es que vivimos en un mundo en el que nos importa muy poco la contaminación personal que cosechamos, nos importa nada la vida ajena mientras en la nuestra no falten quehaceres y placeres a doquier. Vivimos al segundo, cultivando la cultura del “me apetece”, “lo quiero”, “si los dos queremos…”.
No entendemos la limitación, el sufrimiento, la negación como algo humanizador y positivo, como un regalo maravilloso que nos ayuda a crecer y ser fuertes.
Palabras que encasillamos en un rincón de nuestra pobre y perversa mente como términos a rechazar, como expresiones que no merecen ni la oportunidad de ser escuchadas.
¡Si no eres feliz con lo que tienes, jamás serás feliz con lo que te “falta”!
Es fácil amar, ser justos, prudentes, cuando no hay olas, pero que difícil resulta navegar con una mar embravecida que no deja de golpear.
¿Cuándo empieza el amor? Precisamente cuando no hay motivos para amar. Igual que la paciencia y otras virtudes.
La deslealtad, la falta de entrega, de atención, el no cuidar una relación, marca a cada persona comparándola con la miseria de la vida, convirtiendo a ese ser en un personaje solitario y despreciable. La falta de lealtad es una de las mayores causas del fracaso de cada camino individual. Es la injusticia de tratar a tu ser querido, la persona que te eligió, con la ironía del aparente “caso” y la real huida con el insulto de ignorarlo. Ese aprovechamiento ruin y miserable conduce a lo más perverso del ser humano, destroza la dignidad y nos convierte en cabestros y aprendices del mal, conduciéndonos a la larga, cuando dejemos de ser moneda cambio, a la más triste y apagada soledad. Después nos lamentamos, cuando la soledad nos atrapa. Maquinas programadas para el desastre, la destrucción, porque el egoísmo ni come ni deja comer.
Vuela, vuela alto, cuando cerca tuyo tengas reptiles, ellos con esa actitud jamás podrán volar. ¡Vuela, no te detengas, con dolor, pero márchate!
Una novia es un regalo del cielo, que merece un hombre que la cuide, que sepa pedir perdón, que luche por ella y la comprenda, que la respete delante suyo y a sus espaldas, no solo de palabra, sino también de vista, con gestos, regalándole todos los días ese: Eres exclusiva y única. Día a día, en todas las circunstancias y momentos hay que alimentar el amor.
Una novia es un ángel que Dios puso en nuestro camino, no es un capricho de usar y tirar, es un alma libre a la que estamos obligados a cuidar, respetar y potenciar. Es la persona a la que tienes que mirar todos los días y enamorarla.
Javier Pacheco Doria